Ahora que acaba 2014 puede ser buen momento para valorar lo que ha supuesto para mi este año a nivel fotográfico. Y la palabra que mejor lo resume es: aprendizaje. Han sido muchas las experiencias vividas que me han servido para aprender, tanto laborales como personales. Una de las que recuerdo con más cariño fue la asistencia al taller impartido por Xulio Pazo en Ceceñas (Cantabria). Viajé hasta allí en mi coche en compañía de Toni Bonnin, mi socio. Recorrimos la península ibérica desde el Mediterráneo hasta el Cantábrico. Llegar a Cantabria, como siempre, fue reconfortante para mi. Ese ambiente húmedo, esos olores a prados y a vacas, esos paisajes (que ya los contemplamos de noche) tan diferentes y, a la vez, tan entrañables, me hicieron sentir como en casa. Llegamos el viernes por la noche a la casona donde se realizaría el taller y me encontré con varios viejos conocidos, compañeros de profesión, que lograron que aún fuera más agradable encontrarse allí. La casa, típica de Cantabria, habilitada como hotel rural, era encantadora. Cenamos todos en grupo y pasamos al salón para realizar la crítica de las imágenes que habíamos llevado cada uno a tal fin. Al día siguiente el cielo estaba despejado y podían verse los lejanos Picos de Europa con claridad desde la ventana. El taller fue increíble. Sentí que aprendía un montón de ese artista visual que es Xulio Pazo. Tanto que siento que probablemente marcará un antes y un después en mi carrera profesional. Al terminar la jornada, decidí darme un paseo yo solo por los alrededores de la casa y hacer unas pocas fotos del entorno rural en el que nos encontrábamos. Granjas, prados, el paso a nivel sobre la vía estrecha de la FEVE, la carretera... El domingo sólo fue regreso, había que llegar pronto a Tarragona. No tuve oportunidad de ver Santander en esa ocasión, con lo que a mi me gusta esa ciudad. Pero sé que volveré.