Me gusta la belleza, no lo puedo evitar. Y eso es lo que busco cuando fotografío. Me gusta encontrarla en lugares inesperados, donde otros no ven nada especial. Me gusta que las personas salgan guapas, que se gusten en las fotos.
Quizá mi filosofía de vida es así de simple: encontrar la belleza. Y creo que encaja perfectamente con mi idea acerca de la fotografía de bodas. Porque he conocido a muy pocas parejas que no quieran una boda bonita, que todo salga perfecto y sea maravilloso, que ellos estén espectaculares.
Sin embargo, lo que no me gusta es el postureo. Los posados forzados, vamos. Me gusta la belleza de lo auténtico, de las emociones verdaderas. Me gusta que los novios se vean guapos en mis fotos pero no porque los he retocado con Photoshop, sino porque se mostraron tal cual eran y yo pude captarlo. Porque no repararon en mi durante su boda. Y si lo hicieron fue porque me sentían como un invitado más, como alguien que les apoyaba, como uno de sus cómplices en aquella aventura que fue preparar una boda.
Esta foto de Susana la hice en su sesión de preboda, después de que Mar Tejón la maquillase con ese look natural.