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Detrás de una foto


Esta es simplemente una foto hecha en unas vacaciones. Una gaviota posada en la barandilla de la parte alta de Benidorm. La foto no tiene gran cosa, aunque si se repara en algún detalle técnico, gana en interés.

Para los que tengáis afición por la fotografía diré que está realizada con un objetivo ultra-angular (concretamente un Nikon 10-24 mm) y cualquiera que haya tenido la oportunidad de usar una lente similar, sabe que al mirar a través de ella, las cosas se ven realmente pequeñas.

El sol se había puesto hacía un buen rato en el mirador de Benidorm y ya regresábamos hacia el coche cuando vi esta gaviota orgullosamente posada en la baranda. Ante el temor a que echara a volar de inmediato, no me atreví a moverme demasiado para cambiar de objetivo y empecé a disparar desde donde me encontraba.

Las primeras fotos fueron decepcionantes porque el ave era para mi cámara apenas un punto blanco lejano. Pero poco a poco me fui acercando y comprobé que la gaviota no se asustaba. Tal vez estaba muy acostumbrada a la presencia de turistas en un lugar tan visitado como ése. O simplemente era una gaviota presumida. El caso es que yo me acercaba lentamente, cada vez un poco más, y seguía haciendo fotos temiendo quedarme sin modelo en cualquier momento.

Debí llegar a estar realmente cerca, no más de un metro y medio, para poder captar a la gaviota al tamaño que aparece en la foto con un objetivo como el que yo llevaba.

Y entonces, de repente, echó a volar. Disparé lo más rápido que me permitieron mis reflejos una última foto intentando captarla al vuelo, aunque la baja velocidad que tuve que emplear por lo escaso de la luz, impidió que las alas quedaran perfectamente nítidas.

Entonces me giré y descubrí sorprendido a todo un grupo de turistas que exclamaban un “Oooh” con sus móviles todavía en alto. Por lo visto, habían reparado en la pintoresca escena y habían estado haciendo fotos con sus teléfonos y cámaras compactas sin que yo me enterase, ya que se habían mantenido todo el tiempo respetuosamente detrás de mi.

Uno de ellos (británico me pareció) se acercó a mi y me pregunto en perfecto inglés, “¿La has pillado?” Y yo le enseñé esta foto.

Y el hombre, en un gesto de sincero compañerismo, apretó el puño y dijo sonriente “Yesss”.

Fue un curioso momento porque su alegría inesperada me hizo sentirme hermanado de alguna manera con todos los que estábamos allí, con la misma ilusión, intentando retratar a aquella gaviota presumida, sin importar la cámara que tuviéramos en la mano.

Y es que no importa la cámara que tengas en la mano para emocionarte con una fotografía. Para intentar capturar ese instante irrepetible que tiene valor precisamente porque sabes que no va a durar mucho.


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